
Uno de estos hitos, el hundimiento en un
arrecife frente a las costas belgas el 3 de febrero de 1735 de la nave
Hert Vliegend. Siglos después, en 1980 se hayan sus restos y entre ellos
varias decenas de botellas de vino alemán que hoy se conservan incluso
en museos náuticos de los Países Bajos. Sin embargo, se sacaron a
subasta tres lotes de estos vinos conservados en perfecto estado, y con
la impronta inconfundible de su larga aventura submarina. Se pagaron
3.500 euros por el último lote de estas botellas –el más caro de los
tres lotes- con un costo por unidad de 1.750 euros. La subasta fue todo
un éxito y no ha sido la única.


Y
navegamos a otro naufragio, el 6 de septiembre de 1864, el navío Mary
Celestia se hunde tras golpearse con un arrecife en la zona próxima a
las Bermudas, en Fairmont Southampton. Se recupera una caja con cinco
botellas de vino. Una vez más, la discreción y el secretismo que
envuelve a todas estas subastas de vinos náufragos nos hace imposible
determinar el precio real que se paga por cada una. Ocurrió esto mismo
con 2.000 botellas de champagne fechadas en 1907 y recuperadas entre los
restos del mítico Titanic, por las cuales se rumorea que llegaron a
alcanzar en sala los 20.000 dólares. Un lujo al alcance de muy pocos
beber un sorbo de estos vinos perdidos en la historia.
Historias
de tesoros perdidos que son un deleite a los paladares más exquisitos y
de privilegiadas carteras. De hecho, en esto ya se ha explotado una
nueva idea de negocio: cavas submarinas para terminar de añar los vinos
chilenos y españoles y darle al comprador el privilegio de ser él mismo
quien rescate su botella.
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