Al cruzar esta plaza, siento que el tiempo se ha detenido hace varias décadas... o más bien que acabo de viajar a un mundo donde no existen teléfonos móviles, líneas de alta velocidad, tiendas de moda...un mundo que se conserva tal cual es en su origen (tan sólo con algunos avances del mundo moderno como destartalados coches-camioneta o la coca cola omnipresente en el mundo) y que mantiene sus propias reglas. Un lugar que es tan pequeño como un grano de arroz pero que se siente el ombligo del universo.
Eso es lo que creen los índigenas tzotzil de San Juan Chamula donde un misionero llamado San Cristóbal trajo el catolicismo cuando aún el incienso del copal y la idolatría a cientos de dioses era la forma de conectarse con sus antepasados más recientes, los mayas. ¿Ha cambiado eso hoy en día? Viendo la iglesia - el mayor atractivo de esta pequeña poblacíón a sólo unos 10 kilómetros de San Cristóbal de las Casas - se ha mantenido hasta nuestros días con algunas curiosas e interesantes fusiones entre religión y paganismo. Es más, por imposición gubernamental los ciudadanos deben ser católicos, si se pasan al protestantismo son repudiados hasta que se ven obligados a abandonar la región, como ya le ha ocurrido a más de 15.000 chamulanos.
Hay una especie de pacto de silencio entre turistas para no contar qué ocurre cuando atraviesas el umbral de esta colorida fachada blanquiverde (está completamente prohibido tomar fotos), sin embargo, una vez en el interior la oscuridad íntima y el fuerte olor a cera y a copal - el incienso que usan los mayas para establecer el vínculo con los dioses- te envuelve en una atmósfera absorvente, cercana al misticismo.
Somos extraños en su mundo de rezos apasionados en lengua nahuatl, de velas encendidas sobre el piso, de ritos de purificación del alma un tanto atípicos. somos extraños observadores invadiendo su intimidad, la intimidad con un dios al que adoran y no ponen un nombre concreto, pero al que le piden salir de ésa mísera vida de pies descalzos y horas cultivando el campo para dar alimento a sus numerosas familias.
No recuerdo tu nombre porque es impronunciable para mí, pero de repente te acercaste al ver la curiosidad de mis ojos. Una conversación difícil de seguir porque ni tu comprendes bien mi español, ni yo tu dialecto que entremezclas con palabras en castellano...
- "Venimos aquí todos los días a rezar, es Semana Santa, mañana acaba con la procesión, subimos al señor ahí arriba..." me dices. "En la mañana trabajo un rato en el campo, pero no da mucho... nos deben dinero los políticos", afirmas, "sólo nos dan 250 pesos de la ayuda". Imagino que como hubo campaña hace poco, muchos se llenaron la boca prometiendo a esta pobre gente mejores ayudas que nunca llegarán, no en vano, Chiapas es el estado más pobre del país y caldo de cultivo de nuevas revueltas sociales, como la que tuvo lugar en 1991 con el ejército zapatista al frente de esta revolución socialista que pedía la tierra para el pueblo.
- "Me siento en deuda con usted, ¿puedo ayudarlo en algo? " -pregunto ingenua. Al principio niega necesitar ayuda, pero claro, tiene cinco hijos y reflexiona... Le ofrezco lo poco o mucho que significa para él una ayuda, una limosna... 50 pesos... para sus hijos le digo. Seguramente se lo gasten en Coca-cola, bebida que consideran sanadora...
Fuente: CCO Comunicación. |
Mis pasos marcan el camino de regreso (entre niños que alargan su mano pidiéndome un peso, un peso), y mi corazón en un puño por la experiencia vivida, un lugar así - pienso- no puede quedar de la mano de dios... del rezo encarnizado de estas gentes que se arrodillan y se lamentan ante un altar... ¿Por qué va a estar reñido mantener la sociedad primigenia de tribus indígenas con que vivan en la absoluta pobreza? Ahí tienes presidente, no te disfraces de falso chamulano y ayuda a esta gente a tener unas condiciones dignas de vida. Tu país te lo volverá a agradecer una vez más.
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