jueves, 22 de mayo de 2014

Villamelón

Este término se emplea en México para designar al aficionado oportunista que se apunta al éxito del equipo ganador, y como parece una obviedad... por esta lado del charco resulta que todo el mundo es ahora del Atlético de Madrid o del Barcelona. Un villamelón nunca pierde, siempre tiene razón y siempre tiene un comentario desafortunado para el equipo contrario.

Escribo este comentario ahora -justo hoy- porque muchos de estos "hinchas colchoneros" han lanzado sus apuestas, sí, sí, el afán apostador también es grande por la tierra del Sol; y no quiero que lean este comentario a posteriori a sabiendas del resultado de la Final de Champion de este fin de semana. En fin, que como soy una merengue convencida, les he entrado al juego de "a ver quién gana" y quién se pica más. Espero que la semana que viene sean igual de rápidos en pagar sus correspondientes deudas contraídas conmigo... (la memoria también es frágil cuando se trata de olvidar la derrota, digo yo).


Pero no nos desvíemos del asunto que nos compete. Vamos con la moda rojiblanca. Todo se tiñe de estos colores estos días en la capital española. Incluso muchos aficionados del equipo culé, reconocen la merecida victoria atlética en Liga. Y claro, yo, como otros muchos madridistas, hacemos también lo propio con tal de que este año el equipo catalán no haya ganado ni al parchís. Así somos de revanchistas

¿Pero por qué nos cambiamos de equipo según los títulos vayan entrando a las vitrinas de un club? Se dice popularmente que una persona se puede cambiar de religión, estado civil... etcétera, etcétera, pero que de madre y equipo de fútbol no se cambiará nunca. No es cierto, los hay "descastaos". Hay por todo el mundo grandes aficiones futboleras que apoyan a sus equipos "manque pierdan" -esto es, aunque pierdan- y ya puede descender de categoría que los domingos siguen acudiendo al estadio.

No hay mayor demostración de entrega, mayor pasión que la que este tipo de aficionados demuestran en las gradas del estadio cantando el himno de su club. El equipo de mi ciudad, Córdoba, es un claro ejemplo de esto... (y el Atleti también es conocido por lo mismo y por su entregada afición en todo momento). Por más penas -tristezas- que nos dé, seguimos sintiendo los colores blanquiverdes con la misma emoción. Por esta razón, es habitual que desde pequeño uno tenga un "segundo" equipo de sus amores para llevarse alguna que otra alegría... y claro, es ahí donde viene habitualmente la "infidelidad" de cambiarse de camiseta cuando le va mal. Convertirse en "villamelón". En fin, que lo entiendo, que conste...


Apuntaros todos al Atlético de Madrid esta temporada, a su merecido éxito, a su "cholismo", a su "sí se puede"... pero yo seguiré de blanco y estoy convencida de que la Décima Copa de Europa cae. (Conste que lo he escrito en este blog y no podré jamás desdecirme de mis palabras). Y la afición colcochonera que se sienta orgullosa de los colores de su camiseta, como debe de ser. Amén.


lunes, 5 de mayo de 2014

Holbox, el paraíso interior

El ruido del motor del ferry -que parte de Chiquilá a la isla de Holbox- es ensordecedor, 20 taladrantes minutos, eternos, por aguas mansas o de bonanza (como le llaman los locales a esos días de inmensa calma). Por eso mismo, al poner un pie en Holbox el silencio es más ensordecedor si cabe, la soledad más infinita. Sólo perturba el ruido del motor de un "car club" - carrito de golf reventado- el de una motoreta, más  quemada aún, por el polvo de concha nácar entremetido en su motor. 

Fotos: Marian Castro.


Sin duda, lo mejor es caminar descalzo para sentirte más pegado al suelo, más vivo al pisar esas conchas que se clavan en las plantas de tus pies, esa arena fina y blanca resbalando entre los dedos y haciendo por momentos más suave el camino. Quizás un espejismo... el camino al paraíso no es fácil. Tampoco en bicicleta sin frenos.

Ese sol puede ser arduo mientras recorres el camino arenoso, entre manglares, ramas secas... Te das cuenta que muchos son los miedos -peligros que enfrentas- en este paseo por la isla del paraíso interior. Adentrarte en un mar sereno pero infinito, de azules que se confunden con el cielo, y al entrar tus pies atrapados por metros de algas secas, manterrayas acechantes, agua turbia a veces, cristalina y clara en otras... "Son sólo algas" Te repites en voz alta una y otra vez, sacando coraje de dentro y fuerzas de flaqueza, de muy adentro, casi de las tripas. 
Cruzar ese río, de pestilentes aguas y aún mas turbias, con más cadáveres de algas flotando ante tus ojos... 

¿Qué profundidad tiene ese río? ¿Será fuerte su corriente? ¿De dónde nacen tantos miedos?

No lo sé, pero como personas maduras lo enfrentamos, lo superamos, recorremos el camino. La noche, la oscuridad de muchas de las noches de Holbox se vence continuando el camino, y quizás uno de esos días, un "ratito" se desnude ante ti y te deje ver el firmamento de estrellas y luna risueña que corona su noche.

Todo merece la pena en el paraíso: ver volar sus aves a ras de mar, su aire limpio y agitando suave tu cabello, su serenidad, el silbido de las hojas de palmeras meciéndose, esa caracola que guarda secretos y los susurra en tu oído... y la pizza de langosta del Edelyn en esa acogedora plaza del pueblo donde el tiempo algún día se detuvo; el tiburón ballena disfrutando de su ciclo vital... tantas cosas... 

Holbox, el paraíso maya en el ombligo de la Luna, en mitad del mar... varado. Lugar de encuentro, tal vez, de búsqueda de la paz, el sosiego, el paraíso interior. Miedos vencidos, heridas curándose en sal y pasos en firme. Creo que esta barca está por partir al horizonte.