Un escritor del siglo XIX – Jack London- lo sintetizó francamente bien: las mejores historias siempre comienzan con los naufragios. Y en esta historia mezclamos tesoros conservados en el fondo del mar, con el lujo de descorchar una de esas botellas mimadas entre las arenas y las corrientes marinas del fondo del océano en alguna oscura goleta o navío, los vinos náufragos.
Uno de estos hitos, el hundimiento en un
arrecife frente a las costas belgas el 3 de febrero de 1735 de la nave
Hert Vliegend. Siglos después, en 1980 se hayan sus restos y entre ellos
varias decenas de botellas de vino alemán que hoy se conservan incluso
en museos náuticos de los Países Bajos. Sin embargo, se sacaron a
subasta tres lotes de estos vinos conservados en perfecto estado, y con
la impronta inconfundible de su larga aventura submarina. Se pagaron
3.500 euros por el último lote de estas botellas –el más caro de los
tres lotes- con un costo por unidad de 1.750 euros. La subasta fue todo
un éxito y no ha sido la única.
En el verano de 2010, se
hallaron 11 botellas de champagne datadas entorno a 1840 frente a las
costas del Báltico en una goleta cuyo nombre y ruta es aún hoy un
misterio. Ese mismo verano en una isla perdida de Finlandia, ArtCurial
las saca a subasta con un precio de salida por botella de 10.000 euros.
Previamente ya habían vendido dos de estas botellas de espumoso a un
misterioso comprador por 50.000 euros. ¡Estos tesoros no podrían ser más
valiosos! El botín gourmet contenía una botella del desaparecido
champagne Juclar, una de Heidsieck&Co y varias de Veuve Clicquot en
perfecto estado de conservación. Un milagro explicado por una
combinación feliz de condiciones: presión, temperatura, oscuridad, agua
baja en sal y tapas de resistencia que mantuvieron los espumosos
impecables. De este fabuloso Veuve Clicquot se descorchó una botella en
una prestigiosa y exclusiva cena en París, donde también se hizo un
retrato de este espumoso desde su añada de 1904 hasta 2008.
Y
navegamos a otro naufragio, el 6 de septiembre de 1864, el navío Mary
Celestia se hunde tras golpearse con un arrecife en la zona próxima a
las Bermudas, en Fairmont Southampton. Se recupera una caja con cinco
botellas de vino. Una vez más, la discreción y el secretismo que
envuelve a todas estas subastas de vinos náufragos nos hace imposible
determinar el precio real que se paga por cada una. Ocurrió esto mismo
con 2.000 botellas de champagne fechadas en 1907 y recuperadas entre los
restos del mítico Titanic, por las cuales se rumorea que llegaron a
alcanzar en sala los 20.000 dólares. Un lujo al alcance de muy pocos
beber un sorbo de estos vinos perdidos en la historia.
Historias
de tesoros perdidos que son un deleite a los paladares más exquisitos y
de privilegiadas carteras. De hecho, en esto ya se ha explotado una
nueva idea de negocio: cavas submarinas para terminar de añar los vinos
chilenos y españoles y darle al comprador el privilegio de ser él mismo
quien rescate su botella.