martes, 23 de septiembre de 2014

Las dos caras de Odile

Es domingo 14 de septiembre, son pasadas las ocho de la tarde, y el viento y la lluvia ya han comenzado. Nos han hecho cambiar de habitación porque estábamos frente al mar en el hotel Riu Palace de Cabo San Lucas. Por nuestra seguridad. Aún no era consciente realmente de la dimensión que un huracán de categoría 3 podría tener. He vivido otros, ya cuando estuve residiendo en Los Cabos llegaron tormentas tropicales y el que se llamó Huracán Ximena, pero no los sufrí. 

Sigue la noche, son las 23:45. Y ahora el azote del viento es aún mayor, golpea los cristales de las ventanas muy fuerte. Asusta. Parece un monstruo enorme que quisiera abrirse paso a puñetazos, es incesante. El silbido del viento de más de 200 kilómetros/hora es ensordecedor, incluso duelen los oídos como cuándo asciendes en avión. He querido asomarme a la ventana y es imposible. Odile está tocando tierra en Los Cabos y las rachas de viento están ya arrastrando ramas de palmera y agitando la vulnerabilidad de nuestras construcciones, la vulnerabilidad del hombre. Da miedo, la verdad. 




Sobran las palabras viendo algunas imágenes. Es desbastador el efecto de un huracán, como supongo que lo sería un terremoto o cualquier otro fenómeno natural de estas dimensiones. Un toque de aviso al orgullo de la humanidad, no eres nada... Y así me sentía, tan vulnerable. Pero afortunada de estar viva y en buenas condiciones.

El día siguiente fue duro pero por suerte aún podíamos comunicarnos para decir qué estábamos bien. Aún había calma, comida en las cocinas del hotel... El problema viene cuando el ser humano saca su naturaleza vil, su ambición por ser más de lo que es en mitad de la desgracia, y fomenta los valores más rastreros que lleva en su ser. Hablo de saquear, de querer lo que no se tiene ni se tendría, de aplastar a los demás y pasar por encima, de inferir el miedo en el otro... Esa es la otra cara de un desastre, la más devastadora para mí, para mi corazón idealista y soñador. Cuando creo que sería el mejor momento de una sociedad, como la cabeña, de unirse y reconstruirse a sí misma desde lo bueno, desde el mejorar entre todos. No es así en muchos casos, pero las linternas que iluminan siempre se verán en la distancia en mitad de la oscuridad. Los hay, quiero tener esa esperanza. Saldrán a flote


La moral y desánimo calan cuando llevas cuatro días comiendo sólo un plato al día, sin leche, ni café, ni darte un buen baño, ni electricidad, con muchas horas de oscuridad, sintiendo la inseguridad de esos degenerados rateros... Es difícil saber que estás a expensas de un rescate, que llevas dos días sin poder avisar a los que te quieren de que estás vivo, que no sabes cómo salir de ahí, que pasen las horas, los días... y mucho sol. Sol intenso, abrasador para bien o para mal. Pero después de más de siete horas haciendo una interminable fila de gente como tú, afectada en tantos sentidos, sales en un avión salvador de regreso a tu confort, a tu hogar, más cerca de los tuyos, de lo que es humanidad.

Ahora es cuando te queda la sensación amarga. ¿Qué puedo hacer desde aquí? ¿Cómo puedo ayudar? Esa tierra, Los Cabos, fue mi hogar por casi dos años, me duele dentro. Y la respuesta no es otra que arrimar el hombro desde aquí. Colaborar con Cruz Roja, pedir la ayuda entre mis conocidos y amigos y ofrecerme siempre, como me han enseñado desde que era niña. 

El huracán pasa, el desastre y la destrucción pasa con los días, y sólo queda en nuestro interior el corazón del ser humano que eso no lo doblega ningún viento de 200 km/h. De las dos caras del desastre, me quedo con ésa. 


miércoles, 10 de septiembre de 2014

París, misterioso y desconocido

A todos (o casi todos) nos enamora la ciudad de la Luz, París. Sus calles, sus bulevares, parques y los márgenes del río Sena inspiraron historias de amor, pasión y miseria a tantos escritores de varios siglos (aún hoy) que encontraron en la capital francesa la cuna de un mundo cultural en ebullición. 

Sin embargo, lo que no es tan conocido es lo que la ciudad esconde tras esta cáscara de luz, belleza y nobleza. Falta sólo rascar un poco. Hace unos días con motivo del tráiler de esta película conocí de la existencia de las Catacumbas. Existen mapas documentados de una enmarañada red de pasajes subterráneos de diferente uso, que inspiran otro tipo de historias, relatos de suspense y miedo. 


El mito del inframundo, de lo oculto bajo la tierra es recurrente desde culturas ancestrales: egipcios, mayas... que cuentan con algo similar a la Catacumba como un lugar de paso al otro mundo -no terrenal- donde los muertos descienden a las sombras. Bueno, no descubro nada con eso (pregunten a Íker Jiménez). Sin embargo, me llama la atención que el ser humano contemporáneo con todo el conocimiento del que dispone siga sintiendo especial atracción, fascinación por el mundo de lo paranormal. ¿O es este concepto de lo paranormal lo hemos definido más recientemente? Creo que para el chamán maya o cualquier otro hechicero, no era paranormal sino de lo más normal y cotidiano en sus hábitos sociales asumir esta otra realidad. 

¿No sentís curiosidad por el tema? ¿Quién no conoce historias de este tipo? Hasta en mi ciudad, Córdoba, existen algunas leyendas de pasadizos subterráneos bajo al centro histórico de la ciudad, o unas catacumbas que existen entorno a la muralla de Cádiz... Con ese halo de misterio, podemos inspirarnos para escribir muchas historias, sólo falta ver quién se anima a hacer este viaje a lo desconocido.